Después de casi un siglo de adaptación constante, Nieves Arrazola observa hoy el mundo desde una sala de estar en la calle Muntaner de Barcelona. Tiene 91 años, su vida es la vida de España en el siglo XX y en sus recuerdos aflora con frecuencia la nostalgia del anarquismo y el miedo a que todo vuelva a empezar. Durante numerosas mañanas, a lo largo de un año, repasó su vida frente a una cámara. Las sesiones arrancaban hacia las doce del mediodía y terminaban a la hora de comer. Nieves dejaba los pucheros en el fuego, se sentaba en la butaca de su sala de estar para mirar el pasado y a través de la puerta de la cocina, el hervor de las lentejas y las judías le marcaban el paso de siempre, el que nunca la ha dejado atrás